Hospital
Seattle Grace Mercy West
7:35
p.m.
Arizona salió del quirófano, pero durante la
operación, especialmente hacia el final había estado intranquila y no sabía
exactamente por qué, tan intranquila que su excitación provocada por los besos
y palabras ardientes de Callie justo antes de entrar a operar había ido
menguando a lo largo de las horas hasta quedar sólo con una sensación
desagradable que no sabía distinguir plenamente. Por eso, salió casi disparada
del OR encendiendo su celular para llamar a su esposa, quería asegurarse de que
todo estaba bien. Arizona, apretó la tecla de discado directo asignado en su
celular para llamar a Callie, el teléfono comenzó a repicar…
El Dr. Jackson Avery y el Dr. Richard Webber, estaban
en las puertas del hospital esperando una ambulancia para atender a un paciente
que venía en camino, mientras estaban allí, ambos médicos escucharon no muy
lejos de dónde se encontraban, el repique de un teléfono celular, ambos se
voltearon hacía donde se escuchaba el sonido y se dieron cuenta que el celular
estaba muy cerca de la entrada del hospital en un rincón en el suelo. El Dr. Avery, intrigado, tomó el celular en
sus manos y vio en la pantalla una foto de la Dra. Robbins, sin embargo, justo
cuando iba a contestar, el teléfono dejó de sonar. Avery pensó en devolverle la
llamada desde allí mismo, pero el Dr. Webber que se había percatado de la
situación, le dijo a Avery que le llevara el teléfono a la Dra. Robbins sin
contestarle la llamada.
Arizona, ya nerviosa porque Callie no le había
contestado la primera vez, volvió a pulsar la tecla de discado directo para
efectuar un nuevo intento, se emocionó cuando sintió acercándose, el sonido
característico del tono del celular que Callie tenía asignado exclusivamente
para ella, el sonido venia justo a la derecha del pasillo donde ella se
encontraba, aunque no podía ver a Callie desde allí, se acercó a la esquina de
pasillo mientras el sonido del timbre se acercaba más y más.
Sin embargo, cuando giró en la esquina del pasillo y
vió al Dr. Avery con el celular repicando en su mano se decepcionó, luego
cuando Avery le entregó el teléfono y ella se percató que el celular efectivamente
era de Callie, un escalofrió le recorrió toda la espalda, a través de su
columna vertebral.
Arizona con el rostro blanco como un papel, le
preguntó a Avery por qué tenía el celular de Callie en sus manos, Avery le
contestó:
-Dra. Robbins, no sabía que este teléfono era de la
Dra. Torres, lo encontré tirado en el suelo en un rincón cerca de la puerta de
entrada del hospital, el Dr. Webber y yo lo escuchamos repicar y cuando él vio
su foto en la pantalla, me dijo que le trajera el celular a usted.
Arizona trataba desesperadamente de buscar alguna
explicación lógica que justificara alguna razón válida para que el celular de
Callie se encontrara tirado en el suelo en las afueras del hospital, pero en el
fondo de su corazón ella lo sabía, sabía que algo malo, algo muy malo le había
pasado a su esposa, sin embargo, no lo quería creer, se resistía con todas sus
fuerzas a creer lo que su instinto le estaba diciendo a gritos.
Arizona con su celular, marcó el número de su
apartamento, repitiéndose a sí misma y pensando en Callie “Por favor, por
favor, por favor atiende, por favor atiende”. Pero nada, el teléfono repicaba y
nadie lo atendía del otro lado. Entonces siguiendo con su lucha interna por
tratar de no creer lo evidente, salió disparada a buscar su cartera para ir al
apartamento pensando “Tal vez a Callie se le cayó el teléfono, no se dio
cuenta, se fue al apartamento y se está bañando, por eso no me contesta”.
Arizona llegó al edificio y subió las escaleras de dos en dos, jadeando y
sudando, abrió con sus llaves la puerta del apartamento y al entrar grito:
-Callie, Callie, Callie, mientras corría hacia el baño. Pero no, no estaba en
el baño, el apartamento estaba vacío y no había ninguna evidencia que indicara
que Callie hubiera entrado en el.
Apartamento de Callie y Arizona
7:50
p.m.
Arizona, derrotada, sin más ideas, sin más excusas se
dejo tirar en el sofá, agachó la cabeza, puso los codos en las rodillas y sus
manos a cada lado de la cabeza, sintiendo como un monstruo de miedo, de
angustia, de desesperación y de pánico se apoderaba de su pecho y se agrandaba
cada vez más queriendo salir de su cuerpo. Arizona quería llorar, aunque fuera
para tratar de desahogar parte de su creciente angustia, pero no podía, de sus
ojos no salía ni siquiera una lágrima.
8:00
p.m.
De repente el teléfono del apartamento sonó, Arizona
salió disparada a atenderlo y lo que escuchó confirmó todas sus terribles
sospechas, oyó un tono, como el comienzo del sonido de una grabación, y entonces escuchó la voz de un hombre distorsionada
por algún aparato electrónico del demonio:
-La Dra. Calliope Torres ha sido secuestrada, exigimos
que Carlos Torres viaje a Seattle para concretar los términos del rescate.
Nosotros nos pondremos en contacto con él únicamente llamando a este número. No
llamen a la policía o se arrepentirán.
Se oyó otra vez el tono y la llamada se cortó, Arizona
lanzó un grito desesperado, se dejó caer al suelo y comenzó a llorar, ahora si
las lágrimas salían a borbotones de sus ojos sin parar.
Arizona, sacando fuerzas sin saber de dónde, se paró,
tomó el celular de Callie y buscó el número de teléfono de Carlos Torres, lo
encontró enseguida y lo llamó.
Carlos Torres contestó el teléfono y dijo feliz:
-Calliope, al fin me llamas, estaba preocupado por ti…
…Arizona lo interrumpió casi gritando: -Sr. Torres, no
es Callie, es Arizona, me acaban de llamar, Callie fue secuestrada. Cuando esas
últimas palabras salieron de su boca y
Arizona se escuchó a si misma pronunciándolas la desesperación más intensa que
había sentido en toda su vida recorrió todo su cuerpo, mientras tanto el Sr. Torres del otro lado de
la línea decía desesperado: -No, no puede ser, mi niña no, mi niña no.
Arizona haciendo acopio de valor para volver a hablar
dijo:
Los secuestradores exigen que usted viaje a Seattle de
inmediato para acordar el rescate, y que no llame a la policía. Arizona rompió
en llanto y oyó como del otro lado de la línea el Sr. Torres también estaba
llorando, mientras escuchaba un sonido más apagado de una mujer angustiada
preguntando con desesperación -¿Qué pasa Carlos, qué pasa, que pasó?. Arizona
reconoció la voz, era la mamá de Callie, Lucia Torres, la que preguntaba angustiada.
El Sr. Torres trató de calmarse un poco y le dijo a
Arizona: -Lucia y yo ya vamos para allá. Voy a llamar a mi piloto para que
prepare el avión, en unas horas estaremos allá. Luego de decir eso, colgó el
teléfono.
Arizona se dejó caer en el suelo nuevamente, llorando
sin consuelo. Sentía miedo, rabia, desesperación, angustia, un sinfín de sentimientos
espantosos; en el diccionario aún no aparecían las palabras para describir una
pesadilla como esa.
….
En
algún lugar entre el Hospital SGMW y Frink Park
Seattle
7:10
p.m.
La ambulancia se dirigía a Frink Park a velocidad
media, en la parte de atrás yacía amordazada Callie Torres, aún inconsciente por
efecto del golpe que había recibido en la cabeza. Alberto Campos aprovechó el
momento y pasó un scanner sobre el cuerpo de Callie para verificar la
existencia de algún dispositivo de rastreo satelital en su cuerpo, el detector
no emitió ninguna señal. En ese momento, el teléfono de Robert Planton sonó,
era Peter Camel, quien lo estaba llamando desde la casa alquilada al norte de
Frink Park, Robert presionó la tecla del celular para contestar:
-¿Qué pasa?, dijo en tono áspero
Peter Camel, visiblemente contrariado, le dijo:
-Esta maldita casa es muy vieja, hubo un corto
circuito cuando estaba preparando los equipos bloqueadores de señal que ya
tenía preparado para “4”, así llamaban los secuestradores a sus víctimas, una
forma de despersonalizarlas, Peter continuó hablando: -No pueden venir para
acá, necesito unas horas para revisar el cableado y verificar que todo haya
quedado bien…
Robert, visiblemente molesto dijo:
-Bueno, y ¿qué pretendes de haga? Que recorra todo
Seattle con esta puta, mientras tú arreglas tu desastre
Peter le dijo, -No… tendrás que llevarla a Portland,
hasta que yo arregle esto, no sé cuánto tiempo me va a llevar…
Robert lo interrumpió furioso: -Todo esto es culpa
tuya, siempre queriendo hacer las cosas con prisa, hemos podido secuestrar a
esta mujer cuando hubiéramos liquidado a la otra, no quiero tener dos mujeres
cautivas juntas en la misma casa, en Portland está “3” y…
Peter lo interrumpió y le dijo secamente: -Liquídala, ya
cobramos el rescate ¿no?
Robert le contestó: -Sí pero tú sabes que damos ese
margen para no matarla inmediatamente al cobrar el rescate, así su maldita
familia latina sufre más la agonía de la incertidumbre antes de verla muerta,
pero no me queda otro remedio.
Peter le dijo: -Tú y tu maldito odio hacia los latinos
millonarios…
Robert lo interrumpió y le dijo: -Si tu padre hubiera
sido explotado por más de veinte años como lo hizo el latino rico ese de
porquería para luego tirarlo a la calle como un perro, tu sentirías el mismo
odio que yo, pero está bien, no sigamos hablando de esto por teléfono, voy en
camino. Robert tomó un desvió y tomó la vía rumbo hacia Portland.
Era obvio que Robert Planton hacia todo esto motivado
no sólo por el dinero sino por un odio irracional hacia los latinos con dinero,
lo que su memoria selectiva no quería recordar es que el jefe de su padre lo
había encontrado robando y que justamente por los veinte años que llevaba
trabajando con él lo despidió sin acusarlo ante la policía.
Portland
10:15
p.m.
Casi tres horas después, la ambulancia estaba entrando
al garaje de la casa en Portland, donde Norma Rivas estaba cautiva en el
sótano, encadenada por sus tobillos.
Callie estaba despierta, asustada, viendo como la
miraba Alberto Campos, había sin duda deseo en sus ojos, sin embargo, eso era
lo que menos le importaba ahora: Callie, ya lo sabía, la habían secuestrado.
“Maldición”, pensó.
Robert se estacionó y le dijo a Peter: -Espera aquí,
ya vuelvo, y tomando su pistola con silenciador en la parte trasera de su
cintura, bajó al sótano, amordazó a la asustada mujer, ató sus manos hacia
atrás con un tirack y con la llave abrió las esposas que la tenían sujeta a la
cadena en sus tobillos. La agarró por la espalda y la subió a trompicones por
la escalera hacía arriba. En cuanto llegó arriba con la mujer, le dijo a Campos
con el tono humillante y despectivo que siempre usaba cuando se dirigía a él:
-Quítale la amarra de los tobillos y bájala de la
ambulancia, quiero que ella vea esto.
Era obvio que su odio hacia los latinos era global, no sólo era hacia los millonarios, pero él era
el que daba las órdenes ahora, esta vez él era el jefe y la inversión de
papeles le daba placer al humillar a Alberto Campos siempre que podía, por eso
lo obligaba incluso a limpiar la habitación de las mujeres, lavar los baños,
cocinar, etc.
Campos obedeció y bajó a Callie de la ambulancia,
Callie trataba de zafarse pero su fuerza no la estaba acompañando esta vez,
debilitada por el golpe que había recibido en la cabeza y por haber estado
atada por más de tres horas dentro de la ambulancia.
Finalmente Callie bajó del vehículo y por breves
segundos, miró a los ojos de la asustada mujer, Callie notó que su parecido con
ella era impresionante.
Robert las colocó de tal forma que ambas mujeres quedaron
de espaldas a él, paradas una a lado de la otra, sus hombros casi se rozaban.
Robert gritó desde atrás, con la pistola en la mano:
-Arrodíllense
Ambas mujeres se arrodillaron. Norma Rivas, lloraba,
gritaba, aunque sus gritos sólo parecían una exhalación por efecto de la
mordaza que tenía en la boca. Mientras tanto Callie, terriblemente asustada,
tenía los ojos como platos, sintiendo que el corazón le iba a estallar, incluso
sintió como las venas en su cuello estaban dilatadas palpitando al mismo ritmo
de su corazón acelerado. Callie cerró los ojos y trató de poner su mente en
blanco, el rostro hermoso de Arizona con sus brillantes ojos azules y su
sonrisa encantadora apareció en su mente, al lado de ella, Sofía estaba
sonriendo, Callie puso todo de sí para tratar de mantener esa imagen en su
cabeza, si ella iba a morir esa noche, quería que esa fuera la última imagen
que registrara su cerebro antes de marcharse de este mundo.
Detrás de ambas mujeres, Robert paseaba meneando su
pistola, como cavilando a quien iba a matar. Alberto intuyó lo que Robert
estaba pensando y le preguntó:
-¿Qué? ¿Las vas a matar a las dos de una vez?
Robert con una sonrisa retorcida en su rostro dijo:
-Tal vez…
De pronto Robert se asustó, vio a pocos metros de sus
pies una serpiente dispuesta a atacar, en un movimiento instintivo Robert se
echó hacia atrás y se tropezó con una piedra, perdió el equilibrio y en la
caída una bala se escapó de la pistola, se oyó un disparo, un sonido mitigado
por efecto del silenciador, una de las dos mujeres estaba agonizando, la bala
entró por detrás, por la espalda, directamente al corazón…
Robert se reincorporó, apuntó a la serpiente y le voló
la cabeza con un disparo certero.
Tomó a la mujer que había sobrevivido y trompicones
las bajó al sótano, amarró sus pies de nuevo y la ató a una silla, luego subió,
envolvió en una manta a la otra mujer y la tiró a una lado de la ambulancia
estacionada en el garaje, cerrando la puerta tras de sí y se dirigió adentro de
la casa para tomarse unas cuantas copas de licor para recuperar el control.
Pasaron más de dos horas, cuando Robert Planton
escuchó repicando su teléfono celular, era nuevamente Peter Camel:
-Dime, ya arreglaste los equipos.
-Sí, ya pueden venir
-Ok, vamos saliendo para allá, vamos en el carro, esa
ambulancia ya ha rodado mucho por hoy. Robert salió de la casa y tiró dentro de
la maleta del carro a la mujer muerta, cerrando la puerta con fuerza, luego
bajó al sótano, tomó un pañuelo lo mojo en una sustancia y se lo pegó en la
nariz a la otra mujer, quien quedó inconsciente casi de inmediato. La cargó
sobre sus hombros y la tiró en el puesto de atrás del carro, llamó a Alberto y
salieron en el carro en dirección a Frink Park en Seattle.
S. Lake
St., Seattle
3:00 a.m.
A las 3:00 de la madrugada, el carro con los dos
secuestradores y las dos mujeres estaban llegando a Seattle, Robert visualizó
que estaba transitando por una calle residencial donde no se veía ni un alma,
sólo se escuchaba el sonido del ladrido de una perro a lo lejos en alguna casa
distante, Robert estacionó el carro, accionó el botón para abrir la maleta, se
bajo rápidamente y sacó a la mujer muerta, dejándola tirada en la acera. Cerró
la maleta y retomó el volante rumbo a Frink Park.
…..
Apartamento
de Callie y Arizona
5:00
a.m.
Arizona, estaba recostada de medio lado en posición
fetal en la cama apoyando su cabeza en la almohada de Callie y sosteniendo con
su mano muy cerca de su nariz la franela preferida que su esposa usaba muchas
veces para dormir. Quería absorber su olor, el aroma divino inconfundible de
ella, sentía que era una forma de estar cerca, para no extrañarla tanto.
Arizona no había pegado un ojo en toda la noche, tenía
los ojos enrojecidos de tanto llorar, tenía miedo, mucho miedo. La emociones
eran mucho peores incluso de las que recordaba haber sentido cuando Callie
estaba al borde de la muerte por aquél accidente. Por lo menos en esa
oportunidad, durante toda la agonía de Callie, desde el momento en que,
horrorizada la vió sangrando tirada a través del parabrisas de la camioneta,
hasta aquella feliz tarde en que Callie despertó diciéndole que si que se
casaría con ella, todo ese tiempo había estado a su lado, no se despegó ni un
minuto, pero ahora, ahora ella estaba allí tirada en la cama, sola, sintiéndose
pérdida, angustiada, el hecho de no saber si Callie estaba viva o muerta, si la
estaban torturando o causándole algún dolor, el hecho de no saber si algún día
la volvería a ver con vida, toda esa incertidumbre le estaba corroyendo el
alma, esta era sin duda la peor noche de agonía que Arizona había experimentado
en toda su vida.
A las 5:00 am el timbre de la puerta sonó, Arizona
aturdida por el dolor en su alma, se paró de la cama y se dirigió a la puerta,
miró por el ojillo y vio a Carlos y Lucia Torres acompañados de dos hombres de
traje, esperando del otro lado. Arizona abrió la puerta y sin pensarlo, se tiró
a los brazos del papá de Callie, colocando sus manos entrelazadas en su cuello
de él, llorando sin consuelo. Carlos Torres también se puso a llorar y en un
gesto protector abrazó a Arizona por la cintura lo más fuerte que pudo, Arizona
percibió por un segundo esa sensación de seguridad que sentía cuando Callie la
abrazaba, era obvio que ella había heredado esa fuerza de su padre. Un minuto
después, Arizona levantó la mirada y sus ojos se encontraron por un momento con
los ojos llorosos de Lucia Torres, la madre de Callie.
Arizona aún llorando, soltó el abrazo y les hizo un ademán para que
entraran al apartamento. Ya adentro, el Sr. Carlos le presentó a Arizona los
dos hombres que venían con él, se trataba del Comisario de la Policia de
Seattle Paul Tuner y el Sub-comisario Norman Cooper. Hechas las presentaciones,
Carlos Torres le explicó a Arizona que aunque los secuestradores habían
advertido acerca de la presencia de la policía, él sabía que siempre era mejor
contar con la experiencia de la fuerza policial entrenada especialmente para
estos casos. También le explicó que como los secuestradores habían dicho que se
comunicarían exclusivamente con él a través del teléfono del apartamento, los
policías iban a establecer su base de operaciones allí.
Arizona asintió, y los policías comenzaron a instalar
sus equipos en la sala y un dispositivo de rastreo de llamadas en el teléfono
del apartamento.
7:00
a.m.
Mark Sloan salió de su apartamento con Sofía cargada
en sus brazos, tocó el timbre del apartamento de Callie y unos segundos después
Arizona abrió la puerta, cuando ella vió a Sofía estiró sus brazos para
cargarla y llorando otra vez la abrazó con fuerza. Mark no entendía lo que
estaba sucediendo y se asombró cuando miró hacia adentro y vio a Carlos Torres,
a la madre de Callie y a los dos hombres sentados en el sofá conversando entre
ellos. Carlos se dio cuenta de la cara de asombro de Mark y le hizo un ademán
para que pasará, Mark entró y con una mirada de angustia, aún sin saber de qué
se trataba todo esto, cerró la puerta tras de sí. Carlos dirigió su mirada a
Mark y le dijo:
-Anoche, Callie fue secuestrada
-¿Qué? A Mark se le cayó la mandíbula del asombro y sintió como sus propias lágrimas invadían
sus ojos, Carlos Torres le explicó someramente lo que sabían hasta ahora, de
pronto Mark, dirigió su mirada hacia Arizona y sin aviso fue en su búsqueda y
la abrazó con fuerza. Arizona aceptó el abrazo.
Media hora más tarde, el teléfono del Sub-Comisario
Norman Cooper sonó, inmediatamente lo atendió y mientras escuchaba la llamada,
su rostro se ensombreció, finalizó la llamada diciendo: -Ok, ya vamos para
allá.
Cuando cortó la comunicación Cooper observó como era
el blanco de las miradas atónitas, asustadas y expectantes de todos los
presentes, así que tomando una bocanada de aire dijo:
-Me acaban de informar que encontraron el cadáver de
una mujer en una zona residencial en S. Lake St., aparentemente le dispararon
por la espalda, según el informe preliminar del forense, murió hace pocas
horas…hizo una pausa para continuar…-La descripción coincide con…la Dra.
Calliope Torres. Necesitamos que uno de ustedes, que no sea Carlos Torres, quien
debe permanecer aquí para un posible contacto de los secuestradores, me
acompañe para identificar el cuerpo.
Cuando Arizona escuchó el nombre de su esposa,
profirió un grito espeluznante, se tiró al suelo y repetía sin cesar, en un
tono lastimero y suplicante: Por favor no, por favor no, por favor no…
Mark sumamente impactado por la terrible noticia, tomó
a Arizona en sus brazos y la levantó, abrazándola con fuerza y con el tono más
tierno que pudo, le dijo:
-Vamos Robbins, trata de tranquilizarte.
Arizona no escuchaba, sólo seguía repitiendo la frase:
por favor no, por favor no, por favor no…
Pasaron unos minutos y de pronto Arizona, aún en los
brazos de Mark, recordó la foto que había visto en la televisión de la otra víctima
que había sido secuestrada y que para ese momento aún la policía estaba
buscando, se acordó que esa mujer se parecía a Callie y un pequeño rastro de
esperanza se asomó en su alma. Tal vez la policía las había confundido. No
obstante sus esperanzas eran pocas, ya que recordó con horror que de acuerdo a
las noticias que había escuchado, cada mujer aparecía muerta en el mismo estado
donde se había efectuado el secuestro y si la mujer que habían encontrado
estaba en Seattle, las probabilidades de que se trataba de su esposa eran
mayores.
Arizona, prefirió tratar de no pensar más, así que
respiró hondo en la búsqueda de algún tipo de autocontrol, miró al Sr. Carlos a
los ojos y le dijo: -Yo voy
Mark, aún a su lado le dijo a Arizona:
-Yo voy contigo, no quiero que hagas esto tu sola, si
llegara a ser ella, Dios quiera que no, no quiero que tú pases por esto sola.
Arizona, al escuchar a Mark y verlo a sus ojos también
llorosos, de pronto entendió por que Callie siempre había sido fiel a su
amistad con Mark, y por qué era su mejor amigo. Mark podía ser un mujeriego
inmaduro e infantil pero realmente amaba a Callie, ella era probablemente la
única relación y afecto estable que Mark tenía en su alocada vida de soltero.
Mark, Cristina, Bailey, Allison, ella misma… el gran corazón de Callie no
dejaba indiferente a nadie. Una inmensa ola de amor y de dolor se posó en su alma,
y repitió otra vez para sí misma: “por favor no, por favor no, por favor no…”,
mientras caminaba llorando hacia la puerta del apartamento abrazada a Mark, para
ir a reconocer el final de su vida feliz o la pequeña esperanza de que aún
podía recuperarla…
Morgue
de Seattle
7:30
a.m.
Unos veinte minutos más tarde, Arizona acompañada de
Mark y del Sub-comisario Cooper caminaban por los pasillos de la Morgue para
identificar el cadáver de la mujer que había sido encontrada muerta esa mañana,
el corazón de Arizona latía descontrolado dentro de su pecho, un inmenso terror
recorría cada fibra de su cuerpo mientras Cooper abría la gaveta donde se
encontraba el cuerpo sin vida de la mujer. Arizona comenzó a ver todo a su
alrededor como en cámara lenta: lentamente Cooper comenzó a deslizar la sábana
que cubría el cuerpo, lentamente aparecía ante sus ojos el cabello negro de
Callie… Arizona se horrorizó aún más, cuando finalmente la cara quedó al
descubierto, y se tapó la boca con su mano, ahogando un grito de dolor, por un
segundo, le pareció ver el hermoso rostro de su esposa dibujado en las
facciones algo hinchadas de la mujer que yacía muerta frente a ella…
Esta
historia continuará…