viernes, 1 de junio de 2012

Capítulo VI - Por favor no, por favor no, por favor no...



Hospital Seattle Grace Mercy West
7:35 p.m.


Arizona salió del quirófano, pero durante la operación, especialmente hacia el final había estado intranquila y no sabía exactamente por qué, tan intranquila que su excitación provocada por los besos y palabras ardientes de Callie justo antes de entrar a operar había ido menguando a lo largo de las horas hasta quedar sólo con una sensación desagradable que no sabía distinguir plenamente. Por eso, salió casi disparada del OR encendiendo su celular para llamar a su esposa, quería asegurarse de que todo estaba bien. Arizona, apretó la tecla de discado directo asignado en su celular para llamar a Callie, el teléfono comenzó a repicar…

El Dr. Jackson Avery y el Dr. Richard Webber, estaban en las puertas del hospital esperando una ambulancia para atender a un paciente que venía en camino, mientras estaban allí, ambos médicos escucharon no muy lejos de dónde se encontraban, el repique de un teléfono celular, ambos se voltearon hacía donde se escuchaba el sonido y se dieron cuenta que el celular estaba muy cerca de la entrada del hospital en un rincón en el suelo.  El Dr. Avery, intrigado, tomó el celular en sus manos y vio en la pantalla una foto de la Dra. Robbins, sin embargo, justo cuando iba a contestar, el teléfono dejó de sonar. Avery pensó en devolverle la llamada desde allí mismo, pero el Dr. Webber que se había percatado de la situación, le dijo a Avery que le llevara el teléfono a la Dra. Robbins sin contestarle la llamada.

Arizona, ya nerviosa porque Callie no le había contestado la primera vez, volvió a pulsar la tecla de discado directo para efectuar un nuevo intento, se emocionó cuando sintió acercándose, el sonido característico del tono del celular que Callie tenía asignado exclusivamente para ella, el sonido venia justo a la derecha del pasillo donde ella se encontraba, aunque no podía ver a Callie desde allí, se acercó a la esquina de pasillo mientras el sonido del timbre se acercaba más y más.

Sin embargo, cuando giró en la esquina del pasillo y vió al Dr. Avery con el celular repicando en su mano se decepcionó, luego cuando Avery le entregó el teléfono y ella se percató que el celular efectivamente era de Callie, un escalofrió le recorrió toda la espalda, a través de su columna vertebral.

Arizona con el rostro blanco como un papel, le preguntó a Avery por qué tenía el celular de Callie en sus manos, Avery le contestó:

-Dra. Robbins, no sabía que este teléfono era de la Dra. Torres, lo encontré tirado en el suelo en un rincón cerca de la puerta de entrada del hospital, el Dr. Webber y yo lo escuchamos repicar y cuando él vio su foto en la pantalla, me dijo que le trajera el celular a usted.

Arizona trataba desesperadamente de buscar alguna explicación lógica que justificara alguna razón válida para que el celular de Callie se encontrara tirado en el suelo en las afueras del hospital, pero en el fondo de su corazón ella lo sabía, sabía que algo malo, algo muy malo le había pasado a su esposa, sin embargo, no lo quería creer, se resistía con todas sus fuerzas a creer lo que su instinto le estaba diciendo a gritos.

Arizona con su celular, marcó el número de su apartamento, repitiéndose a sí misma y pensando en Callie “Por favor, por favor, por favor atiende, por favor atiende”. Pero nada, el teléfono repicaba y nadie lo atendía del otro lado. Entonces siguiendo con su lucha interna por tratar de no creer lo evidente, salió disparada a buscar su cartera para ir al apartamento pensando “Tal vez a Callie se le cayó el teléfono, no se dio cuenta, se fue al apartamento y se está bañando, por eso no me contesta”. Arizona llegó al edificio y subió las escaleras de dos en dos, jadeando y sudando, abrió con sus llaves la puerta del apartamento y al entrar grito: -Callie, Callie, Callie, mientras corría hacia el baño. Pero no, no estaba en el baño, el apartamento estaba vacío y no había ninguna evidencia que indicara que Callie hubiera entrado en el.


 Apartamento de Callie y Arizona
7:50 p.m.


Arizona, derrotada, sin más ideas, sin más excusas se dejo tirar en el sofá, agachó la cabeza, puso los codos en las rodillas y sus manos a cada lado de la cabeza, sintiendo como un monstruo de miedo, de angustia, de desesperación y de pánico se apoderaba de su pecho y se agrandaba cada vez más queriendo salir de su cuerpo. Arizona quería llorar, aunque fuera para tratar de desahogar parte de su creciente angustia, pero no podía, de sus ojos no salía ni siquiera una lágrima.

8:00 p.m.

De repente el teléfono del apartamento sonó, Arizona salió disparada a atenderlo y lo que escuchó confirmó todas sus terribles sospechas, oyó un tono, como el comienzo del sonido de una grabación,  y entonces escuchó la voz de un hombre distorsionada por algún aparato electrónico del demonio:

-La Dra. Calliope Torres ha sido secuestrada, exigimos que Carlos Torres viaje a Seattle para concretar los términos del rescate. Nosotros nos pondremos en contacto con él únicamente llamando a este número. No llamen a la policía o se arrepentirán.

Se oyó otra vez el tono y la llamada se cortó, Arizona lanzó un grito desesperado, se dejó caer al suelo y comenzó a llorar, ahora si las lágrimas salían a borbotones de sus ojos sin parar.

Arizona, sacando fuerzas sin saber de dónde, se paró, tomó el celular de Callie y buscó el número de teléfono de Carlos Torres, lo encontró enseguida y lo llamó.

Carlos Torres contestó el teléfono y dijo feliz:

-Calliope, al fin me llamas, estaba preocupado por ti…

…Arizona lo interrumpió casi gritando: -Sr. Torres, no es Callie, es Arizona, me acaban de llamar, Callie fue secuestrada. Cuando esas últimas  palabras salieron de su boca y Arizona se escuchó a si misma pronunciándolas la desesperación más intensa que había sentido en toda su vida recorrió todo su cuerpo,  mientras tanto el Sr. Torres del otro lado de la línea decía desesperado: -No, no puede ser, mi niña no, mi niña no.

Arizona haciendo acopio de valor para volver a hablar dijo:

Los secuestradores exigen que usted viaje a Seattle de inmediato para acordar el rescate, y que no llame a la policía. Arizona rompió en llanto y oyó como del otro lado de la línea el Sr. Torres también estaba llorando, mientras escuchaba un sonido más apagado de una mujer angustiada preguntando con desesperación -¿Qué pasa Carlos, qué pasa, que pasó?. Arizona reconoció la voz, era la mamá de Callie, Lucia Torres,  la que preguntaba angustiada.

El Sr. Torres trató de calmarse un poco y le dijo a Arizona: -Lucia y yo ya vamos para allá. Voy a llamar a mi piloto para que prepare el avión, en unas horas estaremos allá. Luego de decir eso, colgó el teléfono.

Arizona se dejó caer en el suelo nuevamente, llorando sin consuelo. Sentía miedo, rabia, desesperación, angustia, un sinfín de sentimientos espantosos; en el diccionario aún no aparecían las palabras para describir una pesadilla como esa.


….



En algún lugar entre el Hospital SGMW y Frink Park
Seattle
7:10 p.m.

La ambulancia se dirigía a Frink Park a velocidad media, en la parte de atrás yacía amordazada Callie Torres, aún inconsciente por efecto del golpe que había recibido en la cabeza. Alberto Campos aprovechó el momento y pasó un scanner sobre el cuerpo de Callie para verificar la existencia de algún dispositivo de rastreo satelital en su cuerpo, el detector no emitió ninguna señal. En ese momento, el teléfono de Robert Planton sonó, era Peter Camel, quien lo estaba llamando desde la casa alquilada al norte de Frink Park, Robert presionó la tecla del celular para contestar:

-¿Qué pasa?, dijo en tono áspero

Peter Camel, visiblemente contrariado, le dijo:

-Esta maldita casa es muy vieja, hubo un corto circuito cuando estaba preparando los equipos bloqueadores de señal que ya tenía preparado para “4”, así llamaban los secuestradores a sus víctimas, una forma de despersonalizarlas, Peter continuó hablando: -No pueden venir para acá, necesito unas horas para revisar el cableado y verificar que todo haya quedado bien…

Robert, visiblemente molesto dijo:

-Bueno, y ¿qué pretendes de haga? Que recorra todo Seattle con esta puta, mientras tú arreglas tu desastre

Peter le dijo, -No… tendrás que llevarla a Portland, hasta que yo arregle esto, no sé cuánto tiempo me va a llevar…

Robert lo interrumpió furioso: -Todo esto es culpa tuya, siempre queriendo hacer las cosas con prisa, hemos podido secuestrar a esta mujer cuando hubiéramos liquidado a la otra, no quiero tener dos mujeres cautivas juntas en la misma casa, en Portland está “3” y…

Peter lo interrumpió y le dijo secamente: -Liquídala, ya cobramos el rescate ¿no?

Robert le contestó: -Sí pero tú sabes que damos ese margen para no matarla inmediatamente al cobrar el rescate, así su maldita familia latina sufre más la agonía de la incertidumbre antes de verla muerta, pero no me queda otro remedio.

Peter le dijo: -Tú y tu maldito odio hacia los latinos millonarios…

Robert lo interrumpió y le dijo: -Si tu padre hubiera sido explotado por más de veinte años como lo hizo el latino rico ese de porquería para luego tirarlo a la calle como un perro, tu sentirías el mismo odio que yo, pero está bien, no sigamos hablando de esto por teléfono, voy en camino. Robert tomó un desvió y tomó la vía rumbo hacia Portland.

Era obvio que Robert Planton hacia todo esto motivado no sólo por el dinero sino por un odio irracional hacia los latinos con dinero, lo que su memoria selectiva no quería recordar es que el jefe de su padre lo había encontrado robando y que justamente por los veinte años que llevaba trabajando con él lo despidió sin acusarlo ante la policía.




Portland
10:15 p.m.


Casi tres horas después, la ambulancia estaba entrando al garaje de la casa en Portland, donde Norma Rivas estaba cautiva en el sótano, encadenada por sus tobillos.

Callie estaba despierta, asustada, viendo como la miraba Alberto Campos, había sin duda deseo en sus ojos, sin embargo, eso era lo que menos le importaba ahora: Callie, ya lo sabía, la habían secuestrado. “Maldición”, pensó.

Robert se estacionó y le dijo a Peter: -Espera aquí, ya vuelvo, y tomando su pistola con silenciador en la parte trasera de su cintura, bajó al sótano, amordazó a la asustada mujer, ató sus manos hacia atrás con un tirack y con la llave abrió las esposas que la tenían sujeta a la cadena en sus tobillos. La agarró por la espalda y la subió a trompicones por la escalera hacía arriba. En cuanto llegó arriba con la mujer, le dijo a Campos con el tono humillante y despectivo que siempre usaba cuando se dirigía a él:

-Quítale la amarra de los tobillos y bájala de la ambulancia, quiero que ella vea esto.

Era obvio que su odio hacia los latinos era global,  no sólo era hacia los millonarios, pero él era el que daba las órdenes ahora, esta vez él era el jefe y la inversión de papeles le daba placer al humillar a Alberto Campos siempre que podía, por eso lo obligaba incluso a limpiar la habitación de las mujeres, lavar los baños, cocinar, etc.

Campos obedeció y bajó a Callie de la ambulancia, Callie trataba de zafarse pero su fuerza no la estaba acompañando esta vez, debilitada por el golpe que había recibido en la cabeza y por haber estado atada por más de tres horas dentro de la ambulancia.

Finalmente Callie bajó del vehículo y por breves segundos, miró a los ojos de la asustada mujer, Callie notó que su parecido con ella era impresionante.

Robert las colocó de tal forma que ambas mujeres quedaron de espaldas a él, paradas una a lado de la otra, sus hombros casi se rozaban.

Robert gritó desde atrás, con la pistola en la mano: -Arrodíllense

Ambas mujeres se arrodillaron. Norma Rivas, lloraba, gritaba, aunque sus gritos sólo parecían una exhalación por efecto de la mordaza que tenía en la boca. Mientras tanto Callie, terriblemente asustada, tenía los ojos como platos, sintiendo que el corazón le iba a estallar, incluso sintió como las venas en su cuello estaban dilatadas palpitando al mismo ritmo de su corazón acelerado. Callie cerró los ojos y trató de poner su mente en blanco, el rostro hermoso de Arizona con sus brillantes ojos azules y su sonrisa encantadora apareció en su mente, al lado de ella, Sofía estaba sonriendo, Callie puso todo de sí para tratar de mantener esa imagen en su cabeza, si ella iba a morir esa noche, quería que esa fuera la última imagen que registrara su cerebro antes de marcharse de este mundo.

Detrás de ambas mujeres, Robert paseaba meneando su pistola, como cavilando a quien iba a matar. Alberto intuyó lo que Robert estaba pensando y le preguntó:

-¿Qué? ¿Las vas a matar a las dos de una vez?

Robert con una sonrisa retorcida en su rostro dijo: -Tal vez…

De pronto Robert se asustó, vio a pocos metros de sus pies una serpiente dispuesta a atacar, en un movimiento instintivo Robert se echó hacia atrás y se tropezó con una piedra, perdió el equilibrio y en la caída una bala se escapó de la pistola, se oyó un disparo, un sonido mitigado por efecto del silenciador, una de las dos mujeres estaba agonizando, la bala entró por detrás, por la espalda, directamente al corazón…

Robert se reincorporó, apuntó a la serpiente y le voló la cabeza con un disparo certero.

Tomó a la mujer que había sobrevivido y trompicones las bajó al sótano, amarró sus pies de nuevo y la ató a una silla, luego subió, envolvió en una manta a la otra mujer y la tiró a una lado de la ambulancia estacionada en el garaje, cerrando la puerta tras de sí y se dirigió adentro de la casa para tomarse unas cuantas copas de licor para recuperar el control.

Pasaron más de dos horas, cuando Robert Planton escuchó repicando su teléfono celular, era nuevamente Peter Camel:

-Dime, ya arreglaste los equipos.

-Sí, ya pueden venir

-Ok, vamos saliendo para allá, vamos en el carro, esa ambulancia ya ha rodado mucho por hoy. Robert salió de la casa y tiró dentro de la maleta del carro a la mujer muerta, cerrando la puerta con fuerza, luego bajó al sótano, tomó un pañuelo lo mojo en una sustancia y se lo pegó en la nariz a la otra mujer, quien quedó inconsciente casi de inmediato. La cargó sobre sus hombros y la tiró en el puesto de atrás del carro, llamó a Alberto y salieron en el carro en dirección a Frink Park en Seattle.


11 de agosto:

S. Lake St., Seattle
3:00 a.m.

A las 3:00 de la madrugada, el carro con los dos secuestradores y las dos mujeres estaban llegando a Seattle, Robert visualizó que estaba transitando por una calle residencial donde no se veía ni un alma, sólo se escuchaba el sonido del ladrido de una perro a lo lejos en alguna casa distante, Robert estacionó el carro, accionó el botón para abrir la maleta, se bajo rápidamente y sacó a la mujer muerta, dejándola tirada en la acera. Cerró la maleta y retomó el volante rumbo a Frink Park.

…..

Apartamento de Callie y Arizona
5:00 a.m.

Arizona, estaba recostada de medio lado en posición fetal en la cama apoyando su cabeza en la almohada de Callie y sosteniendo con su mano muy cerca de su nariz la franela preferida que su esposa usaba muchas veces para dormir. Quería absorber su olor, el aroma divino inconfundible de ella, sentía que era una forma de estar cerca, para no extrañarla tanto.

Arizona no había pegado un ojo en toda la noche, tenía los ojos enrojecidos de tanto llorar, tenía miedo, mucho miedo. La emociones eran mucho peores incluso de las que recordaba haber sentido cuando Callie estaba al borde de la muerte por aquél accidente. Por lo menos en esa oportunidad, durante toda la agonía de Callie, desde el momento en que, horrorizada la vió sangrando tirada a través del parabrisas de la camioneta, hasta aquella feliz tarde en que Callie despertó diciéndole que si que se casaría con ella, todo ese tiempo había estado a su lado, no se despegó ni un minuto, pero ahora, ahora ella estaba allí tirada en la cama, sola, sintiéndose pérdida, angustiada, el hecho de no saber si Callie estaba viva o muerta, si la estaban torturando o causándole algún dolor, el hecho de no saber si algún día la volvería a ver con vida, toda esa incertidumbre le estaba corroyendo el alma, esta era sin duda la peor noche de agonía que Arizona había experimentado en toda su vida.

A las 5:00 am el timbre de la puerta sonó, Arizona aturdida por el dolor en su alma, se paró de la cama y se dirigió a la puerta, miró por el ojillo y vio a Carlos y Lucia Torres acompañados de dos hombres de traje, esperando del otro lado. Arizona abrió la puerta y sin pensarlo, se tiró a los brazos del papá de Callie, colocando sus manos entrelazadas en su cuello de él, llorando sin consuelo. Carlos Torres también se puso a llorar y en un gesto protector abrazó a Arizona por la cintura lo más fuerte que pudo, Arizona percibió por un segundo esa sensación de seguridad que sentía cuando Callie la abrazaba, era obvio que ella había heredado esa fuerza de su padre. Un minuto después, Arizona levantó la mirada y sus ojos se encontraron por un momento con los ojos llorosos de Lucia Torres, la madre de Callie.

Arizona aún llorando,  soltó el abrazo y les hizo un ademán para que entraran al apartamento. Ya adentro, el Sr. Carlos le presentó a Arizona los dos hombres que venían con él, se trataba del Comisario de la Policia de Seattle Paul Tuner y el Sub-comisario Norman Cooper. Hechas las presentaciones, Carlos Torres le explicó a Arizona que aunque los secuestradores habían advertido acerca de la presencia de la policía, él sabía que siempre era mejor contar con la experiencia de la fuerza policial entrenada especialmente para estos casos. También le explicó que como los secuestradores habían dicho que se comunicarían exclusivamente con él a través del teléfono del apartamento, los policías iban a establecer su base de operaciones allí.

Arizona asintió, y los policías comenzaron a instalar sus equipos en la sala y un dispositivo de rastreo de llamadas en el teléfono del apartamento.


7:00 a.m.

Mark Sloan salió de su apartamento con Sofía cargada en sus brazos, tocó el timbre del apartamento de Callie y unos segundos después Arizona abrió la puerta, cuando ella vió a Sofía estiró sus brazos para cargarla y llorando otra vez la abrazó con fuerza. Mark no entendía lo que estaba sucediendo y se asombró cuando miró hacia adentro y vio a Carlos Torres, a la madre de Callie y a los dos hombres sentados en el sofá conversando entre ellos. Carlos se dio cuenta de la cara de asombro de Mark y le hizo un ademán para que pasará, Mark entró y con una mirada de angustia, aún sin saber de qué se trataba todo esto, cerró la puerta tras de sí. Carlos dirigió su mirada a Mark y le dijo:

-Anoche, Callie fue secuestrada

-¿Qué? A Mark se le cayó la mandíbula del asombro  y sintió como sus propias lágrimas invadían sus ojos, Carlos Torres le explicó someramente lo que sabían hasta ahora, de pronto Mark, dirigió su mirada hacia Arizona y sin aviso fue en su búsqueda y la abrazó con fuerza. Arizona aceptó el abrazo.

Media hora más tarde, el teléfono del Sub-Comisario Norman Cooper sonó, inmediatamente lo atendió y mientras escuchaba la llamada, su rostro se ensombreció, finalizó la llamada diciendo: -Ok, ya vamos para allá.

Cuando cortó la comunicación Cooper observó como era el blanco de las miradas atónitas, asustadas y expectantes de todos los presentes, así que tomando una bocanada de aire dijo:

-Me acaban de informar que encontraron el cadáver de una mujer en una zona residencial en S. Lake St., aparentemente le dispararon por la espalda, según el informe preliminar del forense, murió hace pocas horas…hizo una pausa para continuar…-La descripción coincide con…la Dra. Calliope Torres. Necesitamos que uno de ustedes, que no sea Carlos Torres, quien debe permanecer aquí para un posible contacto de los secuestradores, me acompañe para identificar el cuerpo.

Cuando Arizona escuchó el nombre de su esposa, profirió un grito espeluznante, se tiró al suelo y repetía sin cesar, en un tono lastimero y suplicante: Por favor no, por favor no, por favor no…

Mark sumamente impactado por la terrible noticia, tomó a Arizona en sus brazos y la levantó, abrazándola con fuerza y con el tono más tierno que pudo, le dijo:

-Vamos Robbins, trata de tranquilizarte.

Arizona no escuchaba, sólo seguía repitiendo la frase: por favor no, por favor no, por favor no…

Pasaron unos minutos y de pronto Arizona, aún en los brazos de Mark, recordó la foto que había visto en la televisión de la otra víctima que había sido secuestrada y que para ese momento aún la policía estaba buscando, se acordó que esa mujer se parecía a Callie y un pequeño rastro de esperanza se asomó en su alma. Tal vez la policía las había confundido. No obstante sus esperanzas eran pocas, ya que recordó con horror que de acuerdo a las noticias que había escuchado, cada mujer aparecía muerta en el mismo estado donde se había efectuado el secuestro y si la mujer que habían encontrado estaba en Seattle, las probabilidades de que se trataba de su esposa eran mayores.

Arizona, prefirió tratar de no pensar más, así que respiró hondo en la búsqueda de algún tipo de autocontrol, miró al Sr. Carlos a los ojos y le dijo: -Yo voy

Mark, aún a su lado le dijo a Arizona:

-Yo voy contigo, no quiero que hagas esto tu sola, si llegara a ser ella, Dios quiera que no, no quiero que tú pases por esto sola.

Arizona, al escuchar a Mark y verlo a sus ojos también llorosos, de pronto entendió por que Callie siempre había sido fiel a su amistad con Mark, y por qué era su mejor amigo. Mark podía ser un mujeriego inmaduro e infantil pero realmente amaba a Callie, ella era probablemente la única relación y afecto estable que Mark tenía en su alocada vida de soltero. Mark, Cristina, Bailey, Allison, ella misma… el gran corazón de Callie no dejaba indiferente a nadie. Una inmensa ola de amor y de dolor se posó en su alma, y repitió otra vez para sí misma: “por favor no, por favor no, por favor no…”, mientras caminaba llorando hacia la puerta del apartamento abrazada a Mark, para ir a reconocer el final de su vida feliz o la pequeña esperanza de que aún podía recuperarla…



Morgue de Seattle
7:30 a.m.

Unos veinte minutos más tarde, Arizona acompañada de Mark y del Sub-comisario Cooper caminaban por los pasillos de la Morgue para identificar el cadáver de la mujer que había sido encontrada muerta esa mañana, el corazón de Arizona latía descontrolado dentro de su pecho, un inmenso terror recorría cada fibra de su cuerpo mientras Cooper abría la gaveta donde se encontraba el cuerpo sin vida de la mujer. Arizona comenzó a ver todo a su alrededor como en cámara lenta: lentamente Cooper comenzó a deslizar la sábana que cubría el cuerpo, lentamente aparecía ante sus ojos el cabello negro de Callie… Arizona se horrorizó aún más, cuando finalmente la cara quedó al descubierto, y se tapó la boca con su mano, ahogando un grito de dolor, por un segundo, le pareció ver el hermoso rostro de su esposa dibujado en las facciones algo hinchadas de la mujer que yacía muerta frente a ella…


Esta historia continuará…

1 comentario:

  1. hola me encanta tu historia es super enganchadora, y ya quiero leer tu proximo capitulo porque es muy intrigante pero a la vez muy entretenido. gracias por tu primicia me encanto y estare muy pendiente. Gracias, Gracias, Gracias. Gracias, Gracias, Gracias, Gracias, Gracias

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