Aún en
la Morgue de Seattle
7:35
a.m.
…Cuando Mark, vio la cara de horror de Arizona, se
fijó bien en las facciones de la mujer muerta, respiró con alivio y dijo:
-Arizona, no es ella, no es Callie, mírala. Arizona,
aturdida pero un poco aliviada por las palabras de Mark, aún no estaba segura y
de pronto recordó y dijo en voz alta:
-Los dientes, los dientes, los dientes superiores y le
pidió a Cooper que le mostrara los dientes de la mujer, Cooper accedió, un poco
intrigado por la solicitud de la doctora Robbins, con su pulgar levantó el
labio superior de la mujer y Arizona respiró con alivio cuando observó los dos
dientes superiores ligeramente montados uno sobre el otro.
Arizona, cerró los ojos y respiró profundamente,
aliviada momentáneamente al darse cuenta que esa pobre mujer no era su esposa.
Frink
Park
Seattle
5:10
a.m.
Unas dos horas después que los secuestradores
abandonaran en la calle el cadáver de Norma Rivas y llegarán a la casa
alquilada en Frink Park; Callie despertó, aún aturdida por los efectos de la
sustancia con que la habían dopado, cuando abrió los ojos se encontró en una
habitación oscura, apenas iluminada por la tenue luz de una pequeña bombilla en
el techo, estaba asustada, pero más que asustada, se sentía furiosa, aún no
podía creer todo lo que le estaba pasando, sin embargo, a pesar del miedo, su
espíritu no se doblegó, ella iba a luchar hasta el final, ella no sería
brutalmente asesinada como esa pobre mujer.
Estaba acostada en una cama, trató de levantarse y
sintió una punzada de dolor en la parte posterior de su cabeza, igual logró
sentarse en la cama, cuando lo hizo vio que su tobillo derecho estaba sujeto a
unas esposas y las esposas sostenían del otro lado una larga cadena que
finalizaba en el centro de la habitación. La cadena estaba sujeta a un perno
firmemente atornillado al suelo.
Haciendo un gran esfuerzo se paró de la cama y fue
hacia el baño, donde se lavó un poco la cara. Justo cuando estaba allí, un
hombre abrió la puerta de la habitación, era el mismo hombre que estaba con
ella en la parte de atrás de la ambulancia, de facciones latinas, alto y
delgado. El hombre en un tono burlón le
dijo:
-Así que la bella durmiente ha despertado, lamento no
haberlo hecho yo con un beso, dijo riendo. Y continuo hablando: Aquí te dejo
algo de comida y en ese escritorio, señaló hacia una mesa en una esquina de la
habitación -hay papel y bolígrafos, también está el modelo de la petición de
rescate que deberás transcribir textualmente sin omitir ni una coma. Vendré en
una hora a buscarlo, más te vale que hagas tu tarea, le advirtió con sarcasmo, cerro
con llave la puerta detrás de él y Callie oyó sus pasos mientras subía las
escaleras. Callie se dio cuenta que la habitación donde se encontraba estaba en
un sótano.
Callie se acercó a la mesa, no tenía nada de hambre,
pero bajó la vista para tomar el papel y leer el contenido de la solicitud de
rescate, sabiendo que tenía que seguirle la corriente a estos tipos mientras se
le ocurría algún plan, se sentó, tomo papel y uno de los bolígrafos y comenzó a
escribir. Exactamente una hora después el hombre latino entró a la a
habitación, tenía guantes en sus manos, leyó lo que Callie había escrito y
asintió con la cabeza en señal de aprobación, sin embargo, le preguntó a Callie
que significaba lo último que había escrito y Callie tratando de no darle mayor
importancia le dijo:
-Esa es como mi firma, para que mi familia sepa que fui yo quien
escribió eso.
El hombre con su tono burlón le dijo -Como si no lo
fueran a saber, ¿deben conocer tu letra? ¿supongo?
Callie se encogió de hombros y el hombre al final
dijo, -No importa, eso es sólo un capricho tuyo y lo voy a dejar pasar. Le dió
a Callie un sobre y le dijo que ella misma introdujera la carta y cerrara el
sobre pasando su lengua para sellarlo. Callie obedeció y el hombre salió
nuevamente de la habitación llevándose el sobre consigo.
Callie se quedó allí, aún no tenía un plan pero al
menos había logrado algo pequeño pero importante con esa carta. Luego se
recostó en la cama y mirando el techo, pensó en Arizona, las lágrimas
comenzaron a brotar de sus ojos, más que su propia seguridad, estaba aterrada
por Arizona, no podía ni siquiera imaginarse cuan angustiada estaría ella justo
en esos momentos, así que trató de concentrarse en un intento loco por
transmitirle a través de sus pensamientos que ella iba a luchar, que no iba a
rendirse. “No te rindas, nunca te rindas…”, pensó, esta vez ese pensamiento iba
para las dos, para ella, que estaba encadenada en un sótano y para Arizona que
estaba…”Dios Arizona, no te rindas, por favor no te rindas…”
.…
Apartamento
de Callie y Arizona
8:45
p.m.
Arizona estaba tomando un baño rápido, desde que
habían llegado de la morgue esa mañana, aún los secuestradores no habían hecho
contacto con ellos, la angustia seguía instalada en su alma, atormentada por la
incertidumbre y el miedo. Al salir del baño y entreabrir un poco la puerta de
la habitación vió a través de la pequeña abertura, con cierto asombro, que la
madre de Callie tenía cargada a Sofía en sus brazos mientras le susurraba una canción y también
vio a su hija sonreírle a su abuela. La escena provocó una tímida sonrisa en
los labios de Arizona, mientras pensaba: “Muchas veces deben ocurrir cosas que
nos mueven el piso para reconocer nuestros verdaderos sentimientos…la madre de
Callie nunca había querido tener a Sofía en sus brazos, pero es posible que con
todo lo que está ocurriendo, ella sienta que Sofía es la única conexión que
tiene con Callie, ahora que Callie no está…”
…”ahora que Callie no está”, ese último pensamiento
hizo que Arizona se estremeciera y sin poder evitarlo, nuevamente las lágrimas
acudían a raudales a sus ojos. Mientras caminaba hacía el gavetero que estaba
al lado de la cama para buscar algo de ropa, la madre de Callie que ya había
dejado en su cuarto a Sofía, tocó la puerta de la habitación con suavidad,
pidiendo permiso para entrar, Arizona se volteó para verla y asintió. La madre
de Callie le ofreció a Arizona una taza de te y una pastilla, diciéndole que
era algo suave pero que serviría para calmar los nervios. Arizona, asomó una
leve sonrisa y le dio las gracias, mientras la madre de Callie se retiraba
nuevamente hacia la sala.
Arizona no era amiga de pastillas, pero dado el gesto
que había tenido la Sra. Lucia para con ella, el primero en su vida, no quiso
despreciarla, así que fue caminando hacía su cama con la pastilla en una mano y
la taza de té en la otra. Justo cuando se disponía a sentarse en la cama para
tomarse el te y la pastilla, está ultima se le resbaló de las manos cayendo al
suelo y Arizona se agachó para agarrarla. De pronto vio con el rabillo del ojo,
que debajo de la cama estaba el cartel en forma de corazón sujeto a un palito
de madera, en la parte de arriba se veían las palabras escritas con la letra de
Callie “Te Amo” / “I love you”. Arizona tomó el cartel en sus manos se sentó en
la cama y bajando la cabeza comenzó a llorar como un niño, mientras sentía su
alma desgarrada por el dolor. Aún llorando, subió la mirada hacía el crucifijo
que Callie había puesto en la pared frente a la cama, se paró y lo tomó, se
volvió a sentar en la cama y con el cartel y el crucifijo en la mano, aún
llorando dijo en voz alta:
“Dios,
si es verdad que tú todo lo sabes, entonces tú más que nadie sabes cuánto amo
yo a Callie, por favor, no permitas que nada malo le pase, tráela de vuelta
sana y salva, si en verdad quieres llevarte una vida, entonces yo te ofrezco la
mía, llévame a mí si quieres, lo digo en serio, tú sabes que lo digo en serio, pero
no permitas que nada malo le suceda a ella, por favor, te lo suplico…”
Arizona volvió la mirada hacia abajo de nuevo y
apretando con fuerza el crucifijo y el palito de madera, su llanto de niño
volvió a instalarse en sus ojos y en su garganta.
Arizona no lo sabía, pero mientras ella rezaba, la
madre de Callie lo había visto y lo había escuchado todo, recostada en la parte
exterior del marco de la puerta. Profundamente conmovida por las palabras
sinceras de Arizona, sus propios ojos se llenaron de lágrimas y sin pensarlo
mucho, entró nuevamente a la habitación, se sentó al lado de Arizona, quien seguía llorando desconsolada y le pasó
un brazo alrededor del cuello atrayéndola hacia si en un gesto maternal, le
acarició un poco el hombro y le dijo a Arizona, con dulzura:
-Ten fe Arizona, ten fe, mi hija aún vive, el corazón
de una madre nunca se equivoca, ella está viva.
Arizona la miró a los ojos y la abrazó, aferrándose a
la madre de Callie como si su vida dependiera de ello. Luego de unos minutos,
Lucia le dijo, ofreciéndole la taza y la pastilla que Arizona había dejado
sobre el gavetero: -Ahora toma esto, debes tratar de dormir un poco.
Arizona obedeció y se recostó en la cama mientras
Lucia la arropaba con ternura, justo cuando ella se disponía a salir de la
habitación, Arizona alcanzó su mano y le dijo, casi con un susurro:
-Gracias
Lucia, apretó la mano de Arizona y le dijo:
-Tranquila, ahora trata de dormir un poco ¿si?.
Arizona asintió y poniéndose en posición fetal cerró
los ojos mientras Lucia salía de la habitación dejando la puerta entreabierta.
Arizona se quedó dormida con su cabeza en la almohada de Callie, sosteniendo
entre sus manos el crucifijo y el pequeño cartel que su esposa le había hecho
para su cumpleaños.
…
12 de agosto
Frink Park
Seattle
3:00
a.m.
Callie pasó el
día encerrada en esa habitación, se sentía como un león enjaulado, lo único que
la distrajo un poco fue la lectura de un libro de suspenso que el hombre latino
le había llevado, pero no podía concentrarse en nada. Así llegó la noche, lo
sabía porque los secuestradores no le habían quitado su reloj de pulsera, a eso
de las 9.00 p.m. se dio un baño y comió un sándwich que le habían pasado por
debajo de la puerta, se recostó en la cama y trató de dormir un poco, pero
prácticamente no podía hacerlo, y cuando se quedaba adormecida, nuevamente se
despertaba inquieta, así que pasó gran parte de la noche con los ojos abiertos
mirando hacia el techo, sin embargo a eso de las 3 de la madrugada una idea
surgió en su mente: “¡Por Dios, el día que nacieron los estúpidos, yo como que
estaba en primera fila!, se dijo a si misma, mientras hurgaba entre los
bolsillos de su pantalón, allí estaban, los tres chip de rastreo satelital, los
tomó en sus manos y luego pensó “Las jeringas”, inmediatamente se paró de la
cama y las encontró en el bolsillo de su chaqueta. Rápidamente preparó una con
sus diestras manos de cirujano y cuando se la iba a colocar en el brazo, pensó:
“Y si estas bestias detectan el chip y me cortan el brazo”. Así que caviló un
rato acerca del lugar más seguro para inyectarse el dispositivo y finalmente se
dijo: “En mi nalga”. Sin pensarlo dos veces se bajó los pantalones, las bragas
y se inyectó uno de los dispositivos, luego agarró los dos chips y jeringas
restantes que no habían sido usadas y se las colocó en el bolsillo trasero del
pantalón. Se volvió a acostar y de nuevo otra idea surgió en su mente: “Ahora
tengo que buscar la manera de salir de este sótano, no creo que desde esta
bóveda de concreto donde estoy metida este aparato funcione adecuadamente”.
Nuevamente comenzó a pensar que podía hacer para escaparse, algo se le tenía
que ocurrir y rápido.
….
Hospital
Seattle Grace Mercy West
1:15
p.m.
En el hospital, la noticia acerca del secuestro de Callie se había regado
como pólvora ardiente, casi todo el personal, especialmente los que conocían a
Callie no disimulaban su cara de preocupación por lo sucedido, los que se veían
más afectados eran por su puesto sus más allegados: desde Bailey, que tenía los ojos aguados y estaba muy
preocupada, pasando por Richard Webber, Owen Hunt, Dereck, Meredith, April
Kepner, en fin todos las personas que conocían a Callie estaban realmente
preocupados por ella, sin obviar por supuesto a Cristina Yang, quien ya
conmocionada por los problemas con su esposo, le agregaba este hecho
preocupante a su ya decaído ánimo.
Cristina, estaba en el puesto de enfermeras revisando
la bandeja de la correspondencia interna en la búsqueda de los resultados de
unos exámenes que habían enviado por fax desde el antiguo hospital donde habían
atendido a un paciente de cardiología
que recién había llegado esta mañana para practicarse nuevos exámenes, mientras
revisaba los sobres, uno de ellos llamó su atención, se trataba de un sobre
blanco sin membrete que tenía escrito “PARA CARLOS TORRES” con la letra
inconfundible de Callie Torres.
El impulso inmediato de Cristina fue tomar el sobre,
pero antes de que sus manos lo tocaran pensó: “Huellas digitales”, si se
trataba de lo que ella creía, era mejor
no tocarlo con sus manos directamente, mientras corría al cuarto de suministros
a buscar unos guantes de latex, le dijo a Kepner, que pasaba casualmente por
allí: -No dejes que nadie toque esa bandeja, ya vuelvo. April se quedó con cara
de asombro, pero Cristina ya había cruzado por la esquina del pasillo, así que
se quedó allí cuidando una bandeja llena de papeles sin saber por qué.
A los pocos minutos, Cristina estaba de regreso y
mientras se colocaba los guantes le dijo a Kepner: -Menos mal que cuando tuve
mi crisis después del tiroteo en este hospital y renuncié vi bastantes
capítulos de CSI en mi casa. El asombro en la cara de Kepner se incrementó,
hasta que Cristina, ya con los guantes de latex colocados en su mano, levantó
el sobre y con cara triunfal se lo enseño a April, quien de inmediato entendió,
o creyó entender. Cristina le dijo, -Voy corriendo, creo que ellos deben estar
esperando esto, y salió disparada del hospital rumbo al apartamento de Callie.
Apartamento
de Callie y Arizona
1:30
p.m.
A los pocos minutos el timbre del apartamento de
Callie sonó, el Sr. Torres abrió la puerta y asombrado ante la mujer con rasgos
asiáticos que estaba parada frente a él, jadeando, con signos visibles que
había llegado corriendo, le dijo
–Disculpe ¿y
usted quién es?.
Antes de que pudiera contestar, Arizona se asomó a la
puerta y dijo asombrada
–Cristina
Cristina, que aún no recuperaba el aliento para poder
hablar, simplemente se limitó a levantar el sobre que traía en sus manos
enguantadas en latex, cuando el Sr. Torres lo vio y reconoció la letra de su
hija, hizo un gesto con la mano para tomarlo, pero Cristina, apartando la mano
dijo –“Huellas dactilares”, el Sr. Torres entendió y Cristina se lo pasó a uno
de los policías que ya se había colocado sus propios guantes de latex para
tomar el sobre.
El policía lo abrió y lo leyó, mientras todos miraban expectantes, el
policía dijo,
-Antes de leerlo, permítanme introducir la carta y el
sobre dentro de un plástico, para no llenar esto de huellas digitales. Así lo
hizo y se lo pasó al Sr. Torres para que lo leyera, Arizona aún no había tenido
oportunidad de ver el mensaje escrito en el papel, sin embargo esperó, porque
el Sr. Torres se dispuso a leerlo en voz alta.
Escrito por la propia Callie, el mensaje decía:
Estas
son las instrucciones que deberá seguir al pie de la letra si desean volver a
ver a su hija con vida. Coloque en 4 maletines negros, en billetes de varias
denominaciones, veinte millones de dólares, cinco millones de dólares por cada
maletín. El día 15 de agosto, exactamente a las 3:00 p.m. usted deberá estar,
sólo, sin policías, junto a la casilla de teléfonos públicos del terminal de
autobuses de Seattle, nosotros nos comunicaremos con usted a uno de esos
teléfonos para darle instrucciones.
Usted
estará siendo vigilado todo el tiempo, si vemos policías, su hija morirá.
Como
podrá ver, pegado en este papel, hay un chip, lleve ese chip con usted el día
señalado.
No use
chaquetas, ni gorras, usted deberá vestirse con una franelilla amarilla y un
pantalón deportivo sin bolsillos.
Después que el Sr. Torres terminó de leer el mensaje,
se quedó pensativo tratando de entender lo que parecía un garabato que había
sido dibujado por Callie al final del mensaje, y dijo en voz alta -¿Qué
significará este garabato?
Arizona intrigada, se acercó y el Sr. Torres le dio la
carta dentro del plástico para que ella pudiera verla. El primer rayo de
esperanza se mostró por primera vez en el rostro de Arizona, cuando ella vio
que al final del mensaje Callie había dibujado una manito cerrada con el pulgar
arriba y una carita feliz. Arizona con lágrimas en los ojos, pero con una tímida
sonrisa en su rostro le dijo al Sr. Torres, eso significa: -“No te rindas,
nunca te rindas…”
Todos los presentes sonrieron y el Sr. Torres dijo con
un tono que denotaba el orgullo que sentía por Callie: -Esa es mi hija, siempre
caminando al borde de la baranda, esta vez espero que salte, pero en nuestros
brazos.
Un rayito de esperanza, una pequeña luz al final del
túnel vislumbraron todos cuando se dieron cuenta que Callie, valiente como
siempre, seguía luchando y si ella, siendo la que tenía su vida pendiendo de un
hilo, estaba dispuesta a seguir luchando sin rendirse, entonces no había excusa
para que su familia se rindiera.
Cristina vislumbró el rayo de esperanza que cruzaba
por los ojos de Arizona y tratando de hacerla sonreír, acercó sus labios a los
oídos de ella y le susurró en broma: -Fue estúpida una vez, pero te juro que si
tú la sueltas, me cambio de bando, dejó a Owen y me quedo con ella.
Arizona se rió ante la ocurrencia de Cristina y le
dijo en otro susurro: -Gracias Cristina, Ah y ni lo sueñes, Callie es mía.
Ambas se rieron.
Justo antes de salir del apartamento, Cristina se
devolvió porque recordó algo importante y dirigiéndose a Arizona le preguntó:
-¿Están monitoreando el GPS?, creo que Callie llevaba
consigo los chips ese día…
Arizona abrió los ojos como platos y dijo en voz alta,
emocionada: -Los chips, los chips…
El Sr. Torres intrigado le preguntó a Arizona y cuando
ella le explicó lo que habían hablado ese día en el almuerzo, el Sr. Carlos
reaccionó y le explicó a los policías, quienes de inmediato, con los datos que
él les proporcionó configuraron la laptop para monitorear a partir de ese
momento cualquier movimiento que tuvieran esos dispositivos.
Con los datos cargados en la computadora, todos
miraron expectantes la pantalla, para saber si había algún movimiento, una
mirada de desilusión cruzo por los rostros de todos, pero el policía les dijo:
-Es posible que esté recluida en algún lugar donde la señal no sea muy buena,
pero si la mueven lo sabremos de inmediato, esto es bueno, por experiencia les
garantizo que esto es bueno.
-Ok, dijo el Sr. Torres, -mi hija es una mujer muy
inteligente y valiente, todo esto me ha dado un poco de esperanza, así que
propongo que llamemos a una pizzería y comamos algo, ¿les parece?
Todos asintieron, Arizona le dijo a Cristina:
-Gracias, de verdad, Cristina Gracias ¿quieres quedarte a comer pizza?
Cristina, le dijo, -Me encantaría pero tengo que regresar
al hospital. Arizona la abrazó y Cristina, un poco incomoda por la reacción
cariñosa de ella, le dijo rumbo a la puerta:
-Bueno, nos vemos y ya sabes, si la sueltas…
Arizona sonrió.
Unos quince minutos después todos estaban sentados en
el sofá comiendo pizza, aunque la preocupación y la angustia no los abandonaba,
el monitoreo satelital que ya estaba operando y el dibujito de Callie, les
había dado un rayito de esperanza. Con ese ánimo y claramente orgulloso de su
hija, el Sr. Torres comenzó a decir:
-Mi hija es una persona valiente, y cuando hay
problemas nunca se amilana, siempre da la batalla, hasta en los peores momentos
ella siempre consigue la forma de enfrentarlos, ella nació siendo fuerte y
tiene el don de transmitir esa fuerza a los demás, desde niña. Recuerdo una vez,
por ejemplo, que Aria, su hermana, estaba enferma, tenía una infección en la
orina y había que suministrarle antibióticos pero eran inyectados y Aria odiaba
las inyecciones, bueno todavía las odia. Aria tenía como 3 añitos y Callie 8.
Lo cierto es que Aria, lloraba y lloraba porque no quería que la inyectaran,
decía llorando: “Aguja no, aguja duele, aguja no”, recordó el padre de Callie
con un tono nostálgico en su voz…
…El Sr. Torres continuó su relato: -Todos tratábamos
de convencerla, le decíamos que era por su bien, pero nada, así que Callie puso
sus manos en las mejillas de su hermana y le dijo: “Aria, yo se que las agujas
duelen un poco, pero vamos a hacer un trato, yo le digo a papi que me ponga una
inyección a mi primero para mostrarte que no es tan malo y entonces cuando tu
veas que yo me la puse, tu aceptas y te la ponen a ti también ¿Si?. Callie no
estaba enferma, no necesitaba ninguna inyección, pero quiso hacerlo para darle
valor a su hermanita, así que se bajó la falda y enseño la nalga, mientras me
decía: “Papi, inyéctame primero para que Aria vea”. Así que tomé una jeringa,
le puse suero fisiológico y mientras se la ponía, Callie trató todo el tiempo
de mantener la sonrisa. La cara de Callie era un poema, obviamente le dolía
pero apretaba la cara y sonreía. Carlos y Lucia se rieron a carcajadas
recordando la expresión en la cara de Callie.
Todos estaban riendo, entonces Arizona preguntó con
una sonrisa en sus labios:
-Y ¿qué pasó con Aria?, ¿Finalmente le pusieron la
inyección?
-Sí, claro, contestó el Sr. Torres, -lo más cómico es
que a Aria le tuvieron que poner tres inyecciones más y ella no dejaba que se
la pusieran, si Callie no se la ponía primero, así que Callie estoicamente,
tuvo que enseñar sus nalgas tres veces más, y todas las veces ponía la misma
cara de… sonrisa apretada.
Todos se rieron a carcajadas, finalmente la risa fue
cediendo y todos se pusieron pensativos y la expresión de preocupación y
angustia volvió a sus rostros nuevamente.
…
Frink
Park
9:00
p.m.
Callie se paseaba nerviosa de un lado a otro de la
habitación, con la cadena que tenía atada a su tobillo agarrada con la mano,
para que no sonara tanto, estaba tratando de pensar en algo para escaparse de
allí, o por lo menos, quería una excusa para subir, con la esperanza de que el
chip que ya se había inyectado, fuera detectado aunque fuera por escasos
minutos. Comenzó a examinar detenidamente todo el ensamblaje que la tenía
encadenada al centro de la habitación, en la búsqueda de algún punto débil en
los eslabones de su atadura. Las esposas no eran una opción, a menos que
tuviera las llaves y eso era improbable, la cadena menos, así que examinó el
perno que estaba atornillado al suelo. Si lograba encontrar en esa habitación
algún objeto que le permitiera desatornillar el perno del suelo, quizás tendría
alguna oportunidad, era obvio que los imbéciles esos no habían considerado que
Callie, siendo cirujana ortopédica estaba acostumbrada a utilizar herramientas
en su trabajo y era tan hábil con ellas como el mejor obrero de construcción.
Callie comenzó a escudriñar toda la habitación,
finalmente observó que bajo de la cama, uno de los listones de metal que
sostenían el colchón estaba parcialmente suelto, así que se sentó en el suelo y
metiendo su mano debajo de la cama, comenzó a mover el listón hacia abajo y
hacia arriba con la intensión de que el metal cediera con el movimiento
recurrente.
Estuvo haciendo ese trabajo, aproximadamente una hora,
hasta que finalmente el listón cedió, afortunadamente los tornillos eran de
cabeza plana, no de estrías, y el listón
encajaba casi a la perfección en la hendidura de los tornillos. Aún tenía mucho
trabajo por hacer, los tornillos eran largos, se notaba por el tamaño de sus
cabezas, eran 4 tornillos por lado, un total de 16 tornillos, y lo más difícil
sería aflojarlos con el listón que no parecía tan fuerte como ella hubiera
querido. En ese momento pensó, bromeando para si misma: “La próxima vez que me
secuestren, además de traerme el chip GPS en los bolsillos de mi pantalón para
inyectarlo en mi trasero, voy a tener que incluir un destornillador”. Callie se
rió de su loca ocurrencia. “Bueno…” se dijo a si misma “…manos a la obra Calliope
Torres, esta noche será larga, y vas a tener que realizar tu sola, sin
asistencia, la cirugía ortopédica más importante de toda tu vida”.
….
Apartamento
de Callie y Arizona
11:30
p.m.
Arizona se encontraba acostada en la cama, boca arriba
con su cabeza en la almohada de Callie, la Sra. Torres ya le había preparado un
te y le dio una pastilla para dormir, en vista de que la noche anterior había
podido dormir un poco, aunque con muchas pesadillas, decidió que tomarse esa
pastilla otra vez no era mala idea, necesitaba tratar de dormir. Se puso a
pensar en los acontecimientos del día, ciertamente seguía muy angustiada, pero
el conocimiento de que existía una posibilidad con el rastreo satelital y
especialmente el dibujito de Callie en la nota de rescate, le habían levantado un
poco el ánimo.
Era muy cierto lo que había pensado aquella vez,
cuando llegó a la conclusión de que Callie era un verdadero e innato “hombre
bueno en la tormenta”, lo cual quedó demostrado nuevamente, no sólo por la
bella anécdota que había contado el padre de Callie más temprano esa tarde,
sino por el enorme significado que tenía el dibujo de Callie en esa nota de
rescate, el cual obviamente, iba dirigido directamente a ella, quien era la
única que podía entenderlo. Esa fue su forma brillante e ingeniosa de decirle
sin palabras: “No te rindas, yo no lo he hecho, y te prometo que seguiré
luchando, confía en mí…”
Arizona, al pensar en esto, sintió un torrente de
admiración por su esposa, aún en cautiverio y con su vida en peligro inminente,
estaba demostrado una vez más su gran coraje y valentía. La primera vez fue
interponiéndose entre un hombre armado y ella; la segunda vez, cuando luchó por
su vida y su recuperación a raíz del accidente y ahora… esto: ella era la que
estaba secuestrada y aún así tuvo la entereza de transmitir una parte de su
fuerza inagotable para darle valor y esperanzas a los que en principio tenían
la tarea de salvarla; eso sin contar con haber enseñado su trasero 4 veces
cuando era una niña para que le pusieran inyecciones que no necesitaba. Arizona
volvió a reírse imaginándose a su Callie, con sólo 8 añitos aguantando el dolor
de una aguja que no necesitaba, sólo para apoyar a su hermanita y tratando de
poner su mejor sonrisa aunque fuera con la carita apretada.
La pastilla ya estaba haciendo efecto, pero justo
antes de quedarse dormida, pensó: “Te amo, Calliope Torres, te amo, donde
quiera que estés…te amo”…
…Arizona,
estaba desnuda, con su cabello recogido dejando al descubierto su hermoso cuello,
entró a un cuarto de baño, había una enorme bañera lista para ser usada, con
aromas exquisitos que evocaban una perfecta mezcla de sándalo y miel, dos de
sus paredes que hacían esquina, no eran de concreto, sino de vidrios templados
y hacía abajo se veía el mar, tranquilo, azul, cálido, había pétalos de rosa
esparcidos por el piso y dos copas de vino esperando para saciar la sed del
espíritu, y allí estaba ella: su esposa, desnuda, hermosa, sólo ataviada con
una pequeña bata transparente que lograba incrementar la lujuria, la pasión y
el deseo. Callie sin decir una palabra y con su hermosa sonrisa dibujada en su
rostro perfecto, se quitó la bata haciendo un gesto insinuante con su ceja
levantada y mordiéndose el labio inferior, le tendió su mano derecha con las
palmas hacia arriba, invitando a Arizona para unirse a ella en el agua burbujeante.
Arizona
se acercó y entró a la bañera con Callie escoltando su entrada. Callie se sentó
primero, haciendo reposar su espalda a la bañera, de frente al mar, tomó a Arizona
por la cintura, desde atrás y suavemente la sentó, de espaldas a ella. Arizona
lanzó un primer gemido, cuando sintió los pezones erectos de su esposa rozando
su espalda desnuda. Callie, aún sin decir una sola palabra, tomó con su mano
derecha suavemente la barbilla de Arizona y acercó sus labios poco a poco para
rozarlos, invitando a un beso más profundo. Callie abrió su boca y suavemente
besó a Arizona quien respondió con un nuevo gemido de placer.
Callie
comenzó a rozar con sus labios el cuello descubierto de Arizona, besando detrás
de la oreja, acariciando con su lengua el lóbulo y la parte interna del oído;
al mismo tiempo, con su mano izquierda acariciaba suavemente sus pezones
erectos por la pasión desbordante y con la maño derecha acariciaba sus muslos,
muy cerca de su centro ya palpitante, húmedo y caliente que deseaba con fervor el
contacto inminente. Arizona gemía, con cada beso, con cada caricia, con cada
roce. El movimiento suplicante de sus caderas y su respiración entrecortada evidenciaba
lo que Arizona estaba pidiendo desesperadamente.
Esta
vez Callie no la hizo esperar, con la habilidad de su mano experta, dos dedos
abrieron la puerta de su paraíso privado y con el dedo medio comenzó a masajear
su clítoris palpitante trazando círculos lentos, provocando en Arizona un grito
de éxtasis y un torrente de excitación que hizo vibrar cada fibra de su cuerpo.
Callie hacía toda su magia, como en cámara lenta, como queriendo eternizar el
momento, como si quisiera llevar a Arizona por un camino de excitación, que
alcanzara lentamente cada centímetro de su cuerpo. Callie seguía besando y
acariciando a Arizona, aún sin decir una sola palabra.
Arizona
jadeaba, se retorcía de placer, ella tampoco quería que ese momento mágico
terminara nunca. Ante una de las caricias de Callie especialmente excitante Arizona
arqueo su espalda, llevó su cabeza hacia atrás y abrió la boca gimiendo sin
control, entonces Callie aprovechó para besarla nuevamente y mientras el beso
se prolongaba, Arizona volvió a arquear su espalda y sintió como su centro se
tensaba más y más hasta que el climax más poderoso hizo temblar todo su cuerpo,
sin control; aún así, Callie no abandonó el centro palpitante y erecto de su
esposa y en poco tiempo, delicada, lentamente logró un orgasmo y luego otro más,
mientras el cuerpo de Arizona temblaba incontrolablemente para luego, rendirse
en el abrazo cálido y protector y los besos tiernos del ser que tanto amaba.
Fue
entonces cuando la lujuria le dio paso al amor, cuando el beso ya no buscaba
una reacción en el cuerpo sino en el alma, fue entonces cuando el alma alcanzó
su propio climax, que se manifestó con un estremecimiento que no se sabía a
ciencia cierta de donde provenía pero que era tan real como el sentimiento, ese
que no se puede tocar, ese, que es intangible pero tan cierto y tan poderoso
que sin él todo lo demás pierde su sentido y su belleza. Ese, que marca la enorme
diferencia entre tener sólo sexo o hacer el amor. Ese, que es incondicional y
que se siente a pesar del dolor y la distancia. Ese, que puede viajar a través
de los sueños…
Arizona,
sintiendo ese amor más fuerte que nunca en su alma y en su corazón, le dijo a
Callie, casi con desesperación:
-Te amo,
te amo, te amo…
En
respuesta a esas palabras que Callie también sentía en su corazón, finalmente
habló, y dijo:
-Yo
también te amo, y estoy luchando para que esto no sea sólo un sueño, No te
rindas, yo nunca lo haré, confía en mí…
Arizona despertó, aún con las últimas palabras de
Callie repitiéndose en su mente, pero tenía sentimientos encontrados, no sabía
si llorar o reír. La humedad aún latente en su cuerpo y la vorágine de
emociones que Callie despertó en ella en ese sueño que aún percibía en todo su
ser, frente al sentimiento de vacío y profunda soledad que quedó marcado en su
alma al despertar, y darse cuenta, que toda la felicidad que había sentido sólo
era producto de un sueño. Esa contradicción era el testigo silencioso de su
actual tragedia: la incertidumbre y la angustia de no saber si algún día podría,
en su realidad y no en sus sueños, tener a su lado nuevamente al ser que más ha
amado en toda su vida, y que la codicia y la maldad le habían arrebatado
cruelmente.
Pero por otro lado, el sueño llevaba implícito un
mensaje de esperanza y de fe, Callie le había dicho: …No te rindas, yo nunca lo
haré, confía en mí. Y sí, Arizona
Robbins confiaba ciegamente en Callie. Arizona estaba segura que si alguien
tenía la fuerza, la valentía y la determinación para salir viva de una tragedia
como esta, ese alguien era Calliope Torres, la misma que se enfrentó a un
hombre armado logrando que este le diera las gracias en lugar de una bala, la
misma que encaró a la propia muerte y la venció, la misma que muy probablemente
estaba luchando en este preciso momento para salir de esta pesadilla y
convertir los más hermosos sueños en una asombrosa realidad.
Arizona no tenía dudas en ese sentido, su esposa tenía
el coraje y la inteligencia para luchar hasta el final sin rendirse, pero
también era cierto que Callie necesitaba una dosis de fortuna o de suerte o de
ayuda divina para lograr su objetivo y vencer de nuevo la adversidad. La gran
pregunta era ¿llegará a tener esa suerte cuando decida que es el momento de
actuar?
La respuesta a esa pregunta es la que, al final, definiría
si Arizona tendría que vivir para siempre sin Callie y conformarse con verla
sólo en sueños, o sentir la enorme dicha de recuperarla para que su esposa
siguiera haciendo realidad sus sueños, incluso aquellos que Arizona ni siquiera
sabía que tenía.
Arizona no pudo volver a dormir, tenía demasiados
sentimientos encontrados y la incertidumbre de no saber qué pasaría, le
torturaba el alma…
Esta
historia continuará…